lunes, 26 de diciembre de 2011

Hendar



Parada obligada en Bandung, donde tuvimos que pasar noche porque perdimos la conexión de tren. Cuando llegas a una ciudad nueva, de la que poco sabes y además es de noche, parece que todo se complica. Lo primero comprar el billete para el primer tren matutino para continuar viaje a Pangandaran, un destino de costa, y luego buscar un hotel cercano a la estación ya que nuestro tren sale a las 7. Es de noche, llueve, todo mal iluminado y un aspecto un tanto lúgubre, preguntamos en los más cercanos, imposible quedarse, de esos hoteles de estación en los que la limpieza es lo último en un lista de unas 100 cosas, y en la habitación mas de unos pocos de “acompañantes” de pequeño tamaño, y no es que nosotros seamos muy tiquismiquis, pero ni para una noche. Asi que continuamos recorriendo la zona alejándonos cada vez más de la estación en busca de alojamiento. No pintaba bien y parecía que el mejor sitio para dormir esa noche sería la estación. Preguntamos a un hombre que freía sus últimas samosas en un puesto sobre ruedas en una esquina solitaria, y nos señala un pequeño cartel banco al final de la calle, que allí podríamos dormir. Uno de esos sitios que no aparecen en las guías, pero que se merecen estar y que funcionan con el boca a boca.  El sitio no era nada espectacular, pero su ambiente sí, regentado por una joven indonesia y un montón de amigos, con un buen rollo increíble. Algún guiri mas también estaba, que vinieron para una noche y ya llevan una semana, aprendiendo cocina indonesia, ya que Hendar, la jefa sabe un montón y todas las noches le enseña alguna receta. Llegamos justo antes de la cena, y es que aquí la cena no se paga solo la cerveza, riquísima, todo buenísimo. Nada mas terminar sacan las guitarras y a darle. Hendar además de buena cocinera canta como los ángeles, un montón de temas conocidos y otros de pop indonesio pegadizos que se te quedan metidos en la cabeza varios días. Son las dos de la mañana y hace casi 22 horas que salimos de Sumatra. Rotos nos vamos a la cama, con la pena de tener el billete de tren en el bolsillo, si no, posiblemente nos habríamos quedado algún día más.







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