jueves, 29 de diciembre de 2011

Maratón a las Gili



La creciente clase media indonesia, sobre todo aquí en Java, sale de vacaciones e invade lugares turísticos, y por que no? Como en todos los lugares que tenemos dos “perras”, nos las gastamos en vacaciones y estos también. En Yogyakarta, principal destino turístico de Java se nota especialmente, sin llegar esto a lo que sufrimos en China en agosto. También aquí consumismo desbordado, alrededor de Malioboro, la calle principal, miles de puestos y tiendas, por donde es imposible dar un paso, tráfico caótico, como en Navidad en Madrid, con la diferencia que aquí no se respira ningún ambiente navideño, ni un solo adorno, ni un solo árbol, ni un solo villancico, pero el consumismo es el mismo. Pero esto no ha podido con nosotros, nadie nos iba a amargar esta Nochebuena y nos hemos dado un homenaje navideño en un restaurante la mar de acogedor.
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Nasi Gudeg y Nasi Goren, lo que viene a ser arroz frito y arroz con pollo y verduras cocidas en leche de coco.
Todo ello regado con un par de Coca-Colas cosecha de 2010.



El día de Navidad lo hemos dedicado hacer visitillas, Bodobudur, el templo más importante del budismo en Indonesia, y el volcán Merapi, que tuvo una erupción el año pasado y el rio de lava se llevo por delante un pueblo entero y las cenizas inundaron varios kilómetros a la redonda. Todavía humea, y es que en indonesia hay casi 130 volcanes activos.






Los siguientes tres días han sido duros de viaje. El primero palizón de bus, 10 h de bus que se transformaron en 15 por la cantidad de tráfico por estas carreteras más bien malas, y parones, parones y parones.




Alrededor de la 23:30 estábamos en las faldas del volcán Bromo y a la 1 en la cama. Hartos de dormir a las 3.30 a.m. nos levantamos para ver amanecer en un mirador cercano y subir hasta el cráter antes de continuar viaje. Ver el amanecer desde el mirador con el bromo y el humeante Gunung Semeru de fondo, son de las estampas que no se olvidan…

               

Siempre y cuando las veas, nuestra vista fue esta:


la otra foto la hemos robado.
Asi que después del palizón del día anterior y habiendo dormido apenas dos horas, allí estábamos a las 5 en punto, bajo la lluvia en un mirador no viendo amanecer, solo una espesa niebla.
Ya de día y a eso de las 6.30 empezó a abrir, con el tiempo justo subimos al cráter y dimos un paseíto por un paisaje lunar, realmente muy chulo antes de coger el bus para continuar viaje dirección Bali esta vez en un bus bastante peor.










Como no podía ser de otra forma llegamos también con mucho retraso al ferry que nos metería en Bali, y de allí a Denpasar, otras 3 horitas mas, donde la intención era coger un bus local hasta las puertas del ferry que nos llevara a Lombok.
Llegamos a Denpasar alrededor de la 12, imposible conexiones a ninguna parte, otras 15 horas de viaje muy ricas que nos hemos chupado también.
Hoy el ultimo día duro, madrugón y para el ferry, dos horas desde Denpasar en una pequeña furgo, 4 horas de ferry cruzando el estrecho de Bali donde hemos echado una cabezadita,







3 horas de otra pequeña furgo, y un pequeño bote que nos ha dejado en las paradisiacas islas gili. De aquí no nos mueven en unos días, que ya está bien de dar barrigazos entre bus y bus. Leire, te estamos esperando.





lunes, 26 de diciembre de 2011

De Boda



Aquí en Indonesia cuesta llegar a los sitios, y más si te mueves en transporte local, los horarios no se cumplen, y las combinaciones no son buenas, lo que te obliga a coger todo tipo de transportes para llegar al destino: bicicarros, tempos, becaks, buses, trenes. Eso nos ha pasado para llegar a Pangandaran, dos días enteros desde que aterrizamos en Yakarta, para luego, que el sitio no te enganche. Destino playero de turismo local, con una playa grande bastante sucia y un montón de indonesios de vacaciones, porque aunque aquí no celebren la Navidad las vacaciones sí que las tienen. Como siempre en estos casos lo mejor alquilar otra moto mas y a tirar millas. Tan solo unos pocos kilómetros a las afueras todo cambia, playas vírgenes con tan solo pescadores en ellas. Hemos aparcado la moto y nos hemos acercado a echar un vistazo. No han pasado ni 5 minutos y la invitación ya estaba hecha, unirnos al grupo a ayudar a recuperar las redes tiradas un par de cientos de metros mar a dentro. Parece fácil, un carrusel de unas 15 personas tirando por más de una hora con unos cinturones sujetos a la cintura anclados a las cuerdas y andando de espaldas mirando al mar tirando fuerte con los cuerpos, ganando posiciones a medida que llegas al final de la playa, siempre entre risas y bromas.



















 
Por fin la red en tierra y el premio dentro, un montón de peces de todo tipo, clasificados en el acto y listos para llevarlos al mercado. Para nosotros también ha habido premio, tres peces de los que desconocemos el nombre y que hemos comido rápido en una barbacoa improvisada en casa de un paisano.




Con nuestras mejores galas y oliendo bien a pescado, continuamos a nuestra siguiente parada, una boda indonesia. Vamos por una pequeña carretera y vemos jaleo, algo pasa, aminoramos la marcha y somos literalmente metidos en el bodorrio, saludos a la familia y la pertinente foto con los novios, y después a comer, asi que ahí estamos sentados disfrutando de la comida de una boda indonesia, haciéndonos mil fotos con todos los invitados, y esquivando las invitaciones para subir a bailar al escenario.








Los siguientes días los hemos pasados perdidos entre verdísimos campos de arroz, playas solitarias, pequeños waruns costeros y gente local encantadora, contándonos historias del tsunami del 2004, que aquí pegó fuerte y empapándonos de la vida cotidiana, que transcurre sin prisa y entre sonrisas.













Hendar



Parada obligada en Bandung, donde tuvimos que pasar noche porque perdimos la conexión de tren. Cuando llegas a una ciudad nueva, de la que poco sabes y además es de noche, parece que todo se complica. Lo primero comprar el billete para el primer tren matutino para continuar viaje a Pangandaran, un destino de costa, y luego buscar un hotel cercano a la estación ya que nuestro tren sale a las 7. Es de noche, llueve, todo mal iluminado y un aspecto un tanto lúgubre, preguntamos en los más cercanos, imposible quedarse, de esos hoteles de estación en los que la limpieza es lo último en un lista de unas 100 cosas, y en la habitación mas de unos pocos de “acompañantes” de pequeño tamaño, y no es que nosotros seamos muy tiquismiquis, pero ni para una noche. Asi que continuamos recorriendo la zona alejándonos cada vez más de la estación en busca de alojamiento. No pintaba bien y parecía que el mejor sitio para dormir esa noche sería la estación. Preguntamos a un hombre que freía sus últimas samosas en un puesto sobre ruedas en una esquina solitaria, y nos señala un pequeño cartel banco al final de la calle, que allí podríamos dormir. Uno de esos sitios que no aparecen en las guías, pero que se merecen estar y que funcionan con el boca a boca.  El sitio no era nada espectacular, pero su ambiente sí, regentado por una joven indonesia y un montón de amigos, con un buen rollo increíble. Algún guiri mas también estaba, que vinieron para una noche y ya llevan una semana, aprendiendo cocina indonesia, ya que Hendar, la jefa sabe un montón y todas las noches le enseña alguna receta. Llegamos justo antes de la cena, y es que aquí la cena no se paga solo la cerveza, riquísima, todo buenísimo. Nada mas terminar sacan las guitarras y a darle. Hendar además de buena cocinera canta como los ángeles, un montón de temas conocidos y otros de pop indonesio pegadizos que se te quedan metidos en la cabeza varios días. Son las dos de la mañana y hace casi 22 horas que salimos de Sumatra. Rotos nos vamos a la cama, con la pena de tener el billete de tren en el bolsillo, si no, posiblemente nos habríamos quedado algún día más.







Un viejo amigo



Llegada a Java, concretamente a Yakarta, una de esas macro urbes con un área metropolitana de más de 20 millones de personas, la excusa perfecta para salir corriendo de allí, nada más que el tiempo necesario para un rencuentro. Un rencuentro con algo que dejamos atrás hace mucho tiempo, hace casi 4 meses, en las alturas del Tíbet y que ya teníamos ganas de ver de nuevo, de mirar por su ventana y ver las cosas como solo se ven desde aquí,
















de volver a sentir lo que solo aquí se siente, y más cuando se trata de uno como este, uno local, de esos de cercanías de largas distancias, donde no paran de pasar cosas, vendedores de todo, de comida, de café, de baterías de móviles, de fruta, zumos, jóvenes entonando canciones para sacarse unas monedillas, el de los periódicos, gorras, pegatinas, llaveros, calculadoras, pasatiempos, diccionarios, abanicos etc, etc, etc..., todo un mercado sobre raíles que te hace olvidar todas las incomodidades, el calor asfixiante y la falta de espacio, que te hace estar más en contacto con la gente, que como ya hemos contado, una vez más, encantadora, que no se cortan en tocarte la nariz porque le hace gracia esa forma picuda, donde más de 6 horas de viaje parecen que vuelan y te dejan estampas para el recuerdo.




































Otra vez un tren. Cuánto tiempo!.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El tercer grado



Después de casi 6 meses de viaje empiezan a entrar las prisas. Tenemos que estar en las Gili para Nochevieja, y además ayer ya sacamos los billetes de vuelta, que mal rollo!. Ya hemos consumido 170 días de los 200 previstos y la cuenta no para.
La verdad es que no pensamos mucho en esto, pero al confirmar los billetes es como que te cambia la cara y que ves que esto se acaba.
Bueno quedan treinta días, asi que a por ellos.
Desde que entramos  a Sumatra nos ha llovido todos los días, unas veces chaparrones de dos horas y otras, prácticamente todo el día con ese calabobos. Pero aquí la vida no se para, el monzón está encima, cuando llueve fuerte se hace un “break” y cuando para se continúa. Asi que siguiendo el refrán, lo que hemos visto es lo que hemos hecho.
Aquí en Bukittinggi hemos alquilado otra motillo, la enésima, y es que Asia se mueve sobre dos ruedas, y nos hemos ido tres días a recorrer los alrededores. Algún tormentón nos hemos comido, pero de los gordos, esos que trasforman las calles ríos por unos momentos.
Es alucinante perderte por pequeñas carreteras y coincidir en pequeños pueblos con el día de mercado, es lo que más nos gusta, y otra vez mas, lo mejor, la gente.




 

Durante todo el viaje hemos hablado bien de la gente, pero aquí en Indonesia las personas son especialmente amables, simpáticas y cariñosas. Te llaman para que te hagas fotos con ellos, te dan a probar comidas de sus puestos, te invitan a la cacería del jabalí del día siguiente, todo el mundo te habla, te sonríe. Gente musulmana que en principio te hace pensar que como estos pequeños pueblos no son sitios turísticos, serán más cerrados, más serios, pues todo lo contrario cuanto menos contacto con turistas la gente  muchísimo más encantadora y mas parlanchina.




 
Vas con el culo roto, llevas más de 100 km por carreteras de montaña visitando poblados de la cultura minangkabau, esos de las casas con tejados imposibles, decides pararte a tomar un café en un pequeño "warung" bien cargadito de posos de esos que preparan por aquí, y te conviertes en la atracción de la zona, un montón de gente a tu alrededor, acto seguido siempre aparece alguien que chapurrea un poco de inglés y te somete al tercer grado.










Todo tipo de preguntas que en casa te resultarían hasta incómodas, pero que aquí no son más que para entablar conversación, ¿cómo te llamas?, ¿de dónde sois?, ¿estáis casados?, ¿En qué trabajas?, ¿cuánto ganas?, ¿cuántos años tienes?, ¿y tú?, ¿lleváis mucho de novios?, y ¿por qué no os casáis?, ¿y no vais a tener hijos?, ¿sois cristianos? etc, etc, etc… La primera vez te sorprendes pero cuantos más interrogatorios sufres más gracia te hacen, y seguro que nos quedan unos cuantos.
Paras en un cole a preguntar por una plantación de café y acabas enseñándoles un poco de inglés y siendo la atracción del recreo, y te despiden como una autentica estrella, y por supuesto de la plantación nada de nada.





 
Vas a otro pueblo que has oído algo sobre unas flores grandes y por poco mas de lo que cuesta un café en España te dan un paseo por la jungla hasta que encuentras una flor de kilo, bueno, de kilo no, de 5 kilazos, la raflessia la flor más grande  mundo.




La verdad es que hasta ahora estos indonesios se llevan la palma.