lunes, 31 de octubre de 2011

Bichos



Un par de días en Vang Vieng, lugar difícil de explicar. El pueblo en si no tiene nada, es lugar de reunión de jóvenes que vienen de Tailandia en busca de fiesta y música hasta las tantas de la mañana, y como actividades importantes, primero el Tubing, que consiste en alquilar una cámara de neumático de camión y tirarse rio abajo parando en un montón de bares dispersos por la orilla para ir tomando cervezas llegar de noche y borrachos, y segundo, sentarse en alguna terraza a ver capítulos encadenados de “Friends”, literal; cuanto menos, curioso.



Pero más que todo esto están sus alrededores, un montón de formaciones kársticas repletas de cuevas, pequeños ríos, campos de arroz y también algunas aldeas con gente realmente hospitalaria. Mientras recorríamos una pista entre las montañas en busca de algún sitio para comer hemos dado con un grupo amigas preparando su comida y nos han invitado, ninguna hablaba nada de inglés pero esto no es barrera cuando la gente está dispuesta a comunicarse. Después de comer hemos ido a pescar al rio con ellas y allí hemos pasado la tarde mientras los “falangs” (extranjeros en laosiano) seguían viendo friends tirados en las terrazas.












Después Vientiane, la capital de Laos, para tramitar el visado de Tailandia y seguir camino. Aquí hemos pasado tres días mientras arreglaban el papeleo, primero con Carla y Rai una pareja de catalanes que conocimos en Vang Vieng que van de viaje por cinco semanas ,

               


(Carla, ¿has visto como esta Bangkok?, te vas a mojar los pies fijo) con los que compartimos habitación en un apartamento chulísimo por el mismo precio que pagaríamos por dos habitaciones en muchos de los agujeros que aquí llaman Gh, y luego de nuevo con Marta y Koko, que les han tomado el relevo en la cama, que han tenido un problema con una llanta y han tenido que coger un bus para llegar hasta aquí para repararla. Así que hemos estado súper acompañados. Gracias chicos.
Vientiane, es una capital tranquila, como el resto del país, aqui también túnicas narajas recorren sus calles, hay prisa para casi nada, nadie pita, nadie corre, nadie discute. Hoy nos hemos comido un prohibido como una casa con la moto, y unos policías sentados a la sombra de un árbol nos han pillado, silbato y movimientos lentos con la mano para que nos acerquemos, 50,000 kips de multa, (5 pavos), pero claro ellos no discuten pero nosotros somos de otra sangre, y aún sabiendo que la multa era correcta, 5 pavos son 5 pavos, y después de 10 min de explicaciones  y excusas, parece que hartos de oírnos, el mismo movimiento de mano lento para que nos vayamos y dejemos de romper su “paz laosiana”, esa que tanto nos gusta.



                 


                   

Hace calor, mucho calor, y cualquier sombra es buena para echar una siestecita, hasta los budas están mejor descansado.





Estos días había una feria cerca de Pha That Luang, el símbolo nacional del país, donde hemos podido comer pequeños alimentos que hasta ahora no habíamos visto por aquí. No están malos, solo hay que quitar bien las patas y “pa” dentro. Koko se ha comido el mejor, una cucaracha en toda regla, y no nos ha dejado ni probarla, esta no se olvida.










sábado, 22 de octubre de 2011

Río naranja



A partir de las 5 de la mañana salen de sus Wats (templos) en procesión más de 500 monjes dispuestos a recorrer las calles de Luang Praban en busca de su ración diaria de limosna en forma de arroz, frutas y otros comestibles.
La gente los espera a las puertas de sus casas con grandes cantidades de arroz sticky y lo van repartiendo puñado a puñado de forma muy ordenada, y después de dar la limosna siempre rezan unas plegarias.
Ataviados con sus túnicas naranjas, van dando color a la ciudad a medida que la noche va dando paso al día. Este ritual se repite diariamente y supone la base de la alimentación de los monjes ya que viven principalmente de las limosnas.








Luan Prabran, también llamada la Perla de Asia, bañada por el río Mekong y con amplio legado francés traducido en casas coloniales, baguetes y puestos de crepes repartidos por todas las esquinas, un montón de tiendas y restaurantes de cocina francesa, y con al menos una veintena de wats, donde se concentra la mayoría del turismo que visita Laos. Con un par de días hemos tenido suficiente, demasiado turístico.

               

               

Hasta aquí hemos llegado después de un trayecto de seis horas en un pequeño bote, nada cómodo por cierto, pero con unas vistas y unos paisajes de impresión.









Primero por el rio Nam Ou y luego por el Mekong, donde hemos conocido a Marta y Kookoo, dos navarros muy majetes que se han venido a Asia con sus bicis para recorrerla, empezando por Vietnam y terminando sabe dios por dónde, y con un objetivo, la ruta de la seda, atravesando todos los países acabados en “ istán”. Con ellos hemos pasado estos días y disfrutado de agradables cenas con platos hasta reventar en el “Night market”, así que chicos a seguir “rodando mundo” que seguro que nos vemos.










jueves, 20 de octubre de 2011

Paz laosiana



“Enfermedad” altamente contagiosa, te hace frenarte en seco para luego dejarte avanzar poquito a poco. Parece que nos ha picado y tenemos todos los síntomas: relax, pausa, sosiego, sueño, etc… y es que el entorno invita a ello.
Hemos ido a parar a una preciosa aldea llamada Muang Ngoi situada  a una hora rio arriba desde Nong kiaw otra pequeña aldea. Hasta aquí solo se puede llegar en bote y el aislamiento le da gran parte del encanto. Situada al borde del rio Nam Ou y rodeada de enormes montañas calizas y palmerales. Aquí solo hay electricidad de las 18:00 a las 21:30 y la vida transcurre sin prisa, sin ninguna prisa. Desde que empezamos el viaje no habíamos parado tanto y es que este es de los sitios que invitan a quedarse, veníamos para un par de días y al final han sido 5.




Pequeños paseos entre arrozales, visitas a otras aldeas cercanas, donde la vida transcurre, si cabe, más despacio aún, gente realmente acogedora, degustación de comida loa muy bien asesorados por gente local, pequeños caprichos y largas sesiones de hamaca.









Por la zona repartidas grandes cuevas, que sirvieron de refugio  durante la guerra secreta que mantuvo EEUU con Laos para evitar el envío de armamento a sus vecinos de Vietnam y también intentar frenar el camino del comunismo en estas tierras. Parece ser que los americanitos dejaron caer en Laos más de dos millones de toneladas de bombas entre 1964 y 1973 de las cuales casi un 30% no explotaron nunca, con los problemas que eso conlleva para la población.


Paseos en bote, lecciones de pesca que han aprovechado mejor unos que otros, manejo de la red y “fish barbecue” con el botín obtenido.










Si hay vacuna contra “la paz laosiana”, no la queremos, gracias.


jueves, 13 de octubre de 2011

Sonrisas por aviones

Dos días de maratonianas jornadas de autobús de más de 12 horas cada uno, subiendo y bajando, curvas, curvas y mas curvas, de esas carreteras  que marean, descendiendo de las montañas y metiéndonos de lleno en zona tropical. Cada vez la vegetación es más espesa y el bochorno más intenso.
Salimos del impresionante puesto fronterizo chino y nos metemos en la humilde frontera del lado laosiano. De golpe se bajan tres marchas, de sexta que van los chinos a, como mucho, tercera. Aquí no hay prisa por nada y menos por tramitarte el visado, el “mestas estresaaaaaaaaaaaannndooo” también pega bien por estas tierras.
Dicen que si el vietnamita planta arroz, el camboyano lo ve crecer y el laosiano lo escucha.
Laos, famoso porque por aquí vino a esconderse Roldán, ¿y qué mas? Antes de entrar casi nada, pero ahora un poquito.
País comunista, amigo de China, la que toma de aquí casi todo lo que necesita a cambio de carreteras y estadios, con grandes extensiones forestales, uno de los 20 países mas pobres del mundo, el 80% de la población vive en aldeas rurales y se dedica a la agricultura. El río Mekong atraviesa el país de norte a sur y hace de frontera natural con Tailandia (pequeñas pinceladas).
Lo primero que llama la atención, su “arquitectura”. Pueblos enteros compuestos de cabañas, con tejados a veces de chapa y a veces de paja, sustentadas por pilares de madera, para así evitar las inundaciones y las crecidas de los ríos, y todo esto al lado de la carretera, si te adentras mas es todo mucho más básico.


Y después los niños, niños, muchos niños.



Sin apenas respiro llegamos a Luang Nam Tha, ciudad que en España no pasaría de un simple pueblo, pero con aeropuerto y todo. A la mañana siguiente nos vamos de trek por el parque de Nam Tha, en busca de pequeñas aldeas con población de la minoría Hmong, bastante aisladas, a más de siete horas de pateo desde la carretera, atravesando  espesas zonas de vegetación y cruzando varias montañas. La caminata con el bochornazo se hace dura, casi más que en Nepal.
De camino, comida acorde con el entorno.



Esa noche la pasamos en casa de una de las familias, en el alojamiento más básico que posiblemente hayamos estado nunca. Técnicas de caza, instrumentos locales y algo de información sobre su cultura.













Hoy nos hemos alquilado una moto para recorrer carreteras y caminos secundarios. En una parada para tomar una “Mirinda” (que por aquí todavía las hay) nos han invitado a sentarnos un grupo de amigos cincuentones que estaban de celebración y a comer de un plato con algo parecido a morcilla y panceta,  pero antes, eso sí, nos han explicado que era “““ guau, guau”””””””, así que allí estábamos nosotros brindando antes de cada trago y tomando morcillas de perro, mientras al lado nuestro descansaba su próxima cena.









Hemos visitado algunas aldeas, en todas bien recibidos, sobre todo por sus niños, que se acercan curiosos a ver a los extranjeros, que hacen de escoltas en el paseo y que te regalan un montón de sonrisas a cambio tan solo de algún avión de papel.